lunes, enero 25, 2016

De la política del amor

"La política del amor no es romántica ni erótica, se refiere al amor como entendimiento. El entendimiento es razón y es el proceso de la racionalidad humana"  – Gustavo Petro


Crítica independienteLuego del triunfo de Peñalosa en la contienda electoral por la Alcaldía de Bogotá, son varios los amigos de Facebook que me etiquetan constantemente en envenenadas diatribas contra el Alcalde Mayor, su equipo de gobierno, sus actos y sus omisiones. Quizá en vista de mi abierto apoyo a Peñalosa durante la campaña electoral, consideran estos que soy algo así como un vocero del peñalosismo, o defensor de oficio del nuevo alcalde. Aunque con ello me honran, declaro públicamente que no lo soy y que me agota un poco entrar a terciar en sus interesantes foros, razón por la cual me animé a escribir esta nota, resumen de lo que tengo para decir por ahora.

De igual forma, respondiendo a comentarios varios, doy fe de que no idolatro al hoy alcalde (ni a nadie) y que mi preferencia por Peñalosa, electoralmente hablando, se basó en varias de sus condiciones personales, inalterables ante cualquier circunstancia, como son su profundo conocimiento y amor por la ciudad, su estudio del tema urbano y, fundamentalmente, su experiencia, liderazgo y capacidad demostradas en su anterior alcaldía, la que contrasta claramente con el desastre de las últimas tres administraciones que padeció esta compleja metrópoli que se les salió de las manos a los nada idóneos alcaldes que tuvimos entonces. Como sabemos, Lucho se la rumbeó, Samuel la atracó, y Petro la descuadernó. Y entre los tres acabaron con la cultura ciudadana que sembraran Mockus y Peñalosa.

Por supuesto que hay asuntos en los que no coincido con nuestro alcalde, que no son nuevos ni sorpresivos, y ante los cuales mantuve, mantengo y mantendré una posición frontal y abierta de rechazo. Dos de ellos ya me han movido en tal sentido: la posible venta de la ETB, patrimonio de los bogotanos, y la perspectiva de cualquier tipo de intervención urbana que debilite la reserva forestal Thomas Van der Hammen, aquellas 1.395 hectáreas de bosque protegido cuya importancia para el ecosistema sabanero desconocen muchos bogotanos {y bogotanas}, al parecer comenzando por el propio alcalde. Con la independencia que este proceder me otorga, mantendré la autoridad moral para expresar de manera libre y oportunamente mi visión sobre el avance de la alcaldía que ayudé a elegir con mi voto.

Collar de perlas
Pero mis famosos amigos de Facebook no son ruedas sueltas. Percibo en las redes sociales una desproporcionada beligerancia contra Peñalosa, máxime que la misma comenzó desde el momento mismo de su triunfo, y transcurridos apenas 16 días hábiles desde su posesión, circula todo un memorial de agravios sobre supuestos errores y actos incorrectos, y lo que es más increíble, existe ya la consigna de revocarle el mandato al alcalde. Más allá de parecer un cuento para Ripley, esta es una innegable muestra del por qué nuestra sociedad está marcada con el sello de la inviabilidad.

Sería tonto ponerme a responder una por una las ‘acusaciones’, y por supuesto que no lo haré con ninguna. Pero cito sí algunas que recuerdo, y no se piense que lo vi en Actualidad Panamericana:

· Ninguno de los nombramientos del gabinete ha satisfecho las expectativas de los críticos, quienes hacen todo tipo de gimnasia mental para comprobar que existe una asociación de la Administración con las más tenebrosas organizaciones del mal, por lo que se puede vaticinar que todo saldrá mal en estos cuatro años.

· El lema “Bogotá mejor para todos” es excluyente y refleja un espíritu machista.

· La intención de llevar al Metro hasta Mosquera (como está en el estudio original de los expertos españoles) es un ardid de Peñalosa para favorecer a los hijos de Uribe, y la idea de hacerlo elevado (a menor costo) y revisar los estudios existentes es una maniobra para no hacerlo nunca (gran contradicción).

· La decisión de apagar la luces de Navidad de Monserrate el 4 y no el 6 de enero fue considerada como una ofensa a la ciudadanía y al espíritu navideño; y sobre la de borrar los maravillosos grafitis de la 26 a partir del 4 de enero se tildó a Peñalosa de desconocer y segregar el arte callejero; asuntos ambos con los que se armó toda una algarabía y hasta un debate en Facebook. (Resultó que el apagado de las luces obedeció a una circular presidencial para todo el país como sugerencia ante la amenaza de racionamiento, y que lo de los grafitis era el desarrollo de los tantos contratos suscritos a última hora por la administración de Petro).

· La limpieza que se está haciendo en diferentes muros y estructuras de puentes viales, de carteles publicitarios y rayones con aerosol son el reflejo de un alcalde higienista y castrador del arte.

· La orden de atropellar a los familiares de la señora muerta en un puente de Transmilenio la dio el alcalde al ESMAD.

· El congelamiento del 40 % del presupuesto para gastos de funcionamiento (contratos) del sector salud hasta la expedición del Plan de Desarrollo es una acción encaminada a violar los derechos de los pacientes y acabar con la atención médica en la ciudad por parte del Distrito.

· La no utilización del Hospital San Juan de Dios es una manera de enterrar una iniciativa de la anterior Administración. (Las razones son presupuestales y de prioridades en el campo de la salud, fijadas legítimamente por la Administración entrante. En términos prácticos, el San Juan de Dios es un "chicharrón" más, de los tantos que dejó el exalcalde Petro).

· El retiro de un cuadro de Bolívar en la Alcaldía es una ofensa a la historia.

Los extremos se unen
Todo este rifirrafe sobre nimiedades que se anticipan a verdaderos hechos que pudieran enjuiciarse demuestra que existe una consigna detrás de tanta mala leche; leyendo los trinos del ex alcalde Petro y de Hollman Morris contra la nueva Administración, no es difícil presumir su origen. Esto nos recuerda de inmediato la estrategia de ultra derecha que el Centro Democrático ha usado desde el día 0 del gobierno Santos, al que marcó como su archienemigo, objeto de constantes ataques de todo tipo, dudas y acusaciones sin pruebas dejadas al viento, que buscan desacreditar la gestión presidencial y minar la imagen del presidente. Así mismo están actuando los seguidores del líder de izquierda, Gustavo Petro, quienes tanto criticaron a Uribe y su combo por su bajeza política. Sorprende que en ambos casos es corriente que quienes usan esta táctica, la primera aclaración que hacen es “y yo que no soy uribista” o “y yo que no soy petrista”.

Cambio de paradigma
Para bien de Bogotá y de los bogotanos {y las bogotanas}, el movimiento Progresista, cuya verdadera intención era y es llevar a Petro a la Casa de Nariño, está a tiempo de rectificar su estrategia de golpes bajos, para convertirse en una sana oposición democrática que respete ante todo el sagrado derecho a elegir y ser elegido. El mismo que en su momento muchos de quienes no votamos por Petro defendimos airadamente, contra los embates del Procurador Ordoñez y la tenaza uribista-conservadora. El propio Peñalosa asumió entonces una actitud respetuosa y de respaldo a las garantías constitucionales para el alcalde amenazado, aunque estaba en claro desacuerdo con su mala gestión, como lo estábamos muchos de nosotros. Pero claro, no faltará el crítico que utilice este recuerdo para repetir una vez más que Peñalosa ha estado en tantos partidos, que hasta respaldó al Progresismo. Pues en eso consiste justamente la política del amor, promulgada por Gustavo Petro como base del entendimiento entre contrarios. Pero lo que sus seguidores están haciendo en las redes sociales se puede llamar más bien matoneo.


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